Autoescuela presentan ‘MAL’
Si hay algo trágico que abre una brecha entre las obras inmortales que se editaban de manera cotidiana en el mundo hace unas décadas y el superavit de nuestros días de proyectos intrascendentes, destinados al olvido, esa brecha no es la nostalgia. No. Es la falta de cosas que decir. Y a Autoescuela les haría falta un canal de streaming propio para poder poner a nuestra disposición tan solo un 5% de todo lo que tienen que decir.
Autoescuela recogen con sus manos lo mejor de la tradición de pop lo-fi de los 90 (Folk Implosion, Beat Happening, el Mellow Gold, Raincoats, Ween, Guided By Voices), lo meten en una coctelera y lo sacuden fuerte fuerte con lo más gordo de pesos pesados como Pixies, Residents o They Might Be Giants. Y, sobre todo, y por encima de todo eso, Autoescuela van a la contra.
Tras una cantidad indeterminada de EPs y LPs que posiblemente ni Discogs sería capaz de esclarecer, los asturianos se han alineado con el productor Otro, quien les ha tendido una alfombra roja por la que transitar desde su voluntaria y contumaz incomunicación con el mundo exterior para abrirse a nuevas formas de componer y producir. En el elepé colaboran también From, Adiós Adiós y Pablo Prisma. Un salto adelante que es más bien un mortal hacia atrás: Autoescuela es un grupo en permanente lucha consigo mismo y contra lo que representan, contra su propio pasado y contra las cosas a las que se les asocia.
Y es que Santi y David entienden el hazlo tú mismo como un sitio donde quedarse, no como un salvoconducto con el que alcanzar portadas y escenarios ardientes a las 4 de la tarde. Hacen música rara para gente rara y esa es justamente su ambición. En su canto de Banshee no tienen absolutamente nada de lo que quejarse ni nada que criticar, lo hacen a pleno pulmón como una llamada a sus iguales.
A diferencia que la aplastante mayoría en nuestros días, Autoescuela no proyectan en su música la presunta oscuridad de su alma, sino que al contrario son espíritus luminosos que de repente, por azar, se descubren a sí mismos en un mundo oscuro y violento, y su música es una herramienta tosca con la que enfrentarse a él. A su día a día. A SU VIDA. Por eso cuando la voz de Santiago suena como la de Frank Black pidiendo que te abraces a un cáctus, o las estructuras de David remiten al sofisticado humor de They Might Be Giants o Residents, es imposible no percibir que lo que hay en ese bocadillo es mojo de verdad, ni precocinado ni marca blanca.
‘MAL’ es el título perfecto para bautizar este juicio sumarísimo en forma de LP, catorce temas, que ya podemos sostener en nuestras manos en vinilo de 12”. Un disco en el que no hay ni una gota de artificio, de impostura, ni de relleno: todo es directo, todo está lleno de cosas que decir. Un disco que, cual David Byrne, mientras sacas a relucir tus mejores bailes te lleva a preguntarte ¿cómo he llegado aquí?